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Aprendiendo de la enseñanza

El momento.

El momento.

Querido Mario:

 

No encuentro el momento de acabar el cuento que estaba escribiendo y usando para describir mi último año y pico. La verdad es que ganas tengo pero mi conciencia no me permite escribir cosas que no sean de utilidad profesional (por decirlo de alguna manera).

Tras la tesis Natalie, son muchas veces las intenciones que he tenido de escribir reflexiones, no cartas a ti porque sabes que dije que no tenía idea de volver a escribirte y de enterrarte en el pasado psicopedagógico. Son muchas las cosas que se me han pasado por la cabeza a partir de aquella reflexión, muchos hechos y muchos proyectos venideros.

Mi TIT se está “gestando” y empezando a “fecundar” , que dice el Magno, la idea la tengo, sé por donde voy, pero no sé que ocurre que me pongo a leer y es como si no leyera, ¿quizás tenga que escribir? Sé que cuando comience no pararé y si lo hago es para releer lo empezado. Me resulta un poco extraña la posición que estoy adoptando o quizás esta nueva etapa tan solitaria y a la vez tan llena de gente. Hay quien dice por ahí que a veces el estar acompañado no quiere decir que no te tengas que sentir solo. Hay quien me invita a meterme entremedias de las personas como un ratón o un niño entre las piernas de los adultos para ver que pasa, pero creo que por como soy debo adoptar esta posición de ver desde fuera lo que ocurre, como transcurren las cosas. Esta conversación ya la tuve con dos personas que me animan y me apoyan mucho, en Sigüenza, pero al fin y al cabo es mi nuevo “rol”. Pero no te asustes a ese rol no le escribo como a ti. Le hablo con el pensamiento y lo reflexiono.

Estas Navidades han sido un tanto peculiares, muy hogareñas, con algunos excesos, pero no demasiados, ya estaba mi madre recordándonos que todos nos tenemos que poner en forma de cara al próximo octubre, y sobretodo he hecho algo que hacía muchísimo que no hacía y era pasar muchos muchos muchos ratos con mi madre. Esa mujer semiolvidada en estos años de atrás. Digo semiolvidada porque cuando se suponía que iba a verla, realmente me tiraba todo el fin de semana, vacaciones y fiestas de guardar fuera de casa, con los amigos, o con planes que me llevaban a estar muy poco en casa. Durante estas vacaciones tuve oportunidad de escuchar a una persona (no importa el lugar donde trascurría y el contexto) que hablaba de las madres, de cómo esas personas que nos han tenido dentro de sí son las personas que nunca nos fallan, y ponía un ejemplo que a mí me hacía recordar y revivir hace un año y meses que hablaba de cuando estamos enfermos y ellas nunca se separan de nuestro lado, día y noche. Y yo recordé mi neumotorax y los diez días que estuvo junto a mi cama, día y noche sin moverse para cuidarme y esperar que estuviera bien. Mi padre coincidió en el pensamiento. Y me dí cuenta de lo egoísta que era, de si realmente se lo estaba agradeciendo o no, si estaba siendo lo suficientemente bueno con ella. Pero estas fiestas me ha ayudado a estar con ella y volver a ser cómplices en una relación maternofilial.

Cambiando de tema y no queriéndote aburrir, mi querido Mario, te voy a contar que estas navidades hice una obra de caridad. Hace años que no hacía algo así y me encantó poder ver como las personas que menos tienen son las que más agradecen y como una mirada, una sonrisa o un gesto te ayudan a sentirte mejor. Estuve en un Cottolengo en Algete (Madrid), ya sé que me vas a decir que te explique que es eso. Un Cottolengo es como un manicomio, una residencia para personas con un deficiencia o discapacidad, fundamentalmente psíquica y en ocasiones física (como con una parálisis cerebral) de nivel profundo o severo. Ahí suele ir personas que no tienen recursos materiales y económicos para poder vivir mínimamente bien en sus casas de origen. La sensación fue de lo más peculiar, por un lado sentía miedo o temor al desconocimiento de no saber lo que me iba a encontrar, que tipo de personas o mejor dicho sus reacciones y actos ante nuestra presencia. A mi me impresionó tanto que yo opté por la opción de no ir a ninguna planta e irme al jardín a recoger hojas. Sí Mario lo sé, que yo ya habia estado en un sitio parecido, pero no me encontraba preparado. Pero tengo que decir en mi defensa que después estuve deambulando por las plantas y viendo a las chicas y mujeres que están allí, hablando con las que hablaban. En realidad me sentí bastante bien.

Y hasta aquí te voy a escribir, solamente te pongo una foto muy representativa de mi día de nieve, y asi hago la competencia a otros que ponen en Internet fotos suyas disfrutando.

 

Un abrazo y gracias, mi querido Mario.

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